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27 junio 2014

-Sin título-

A los 6 años no entendía nada de lo que había que hacer en el colegio
No entendía por qué había que ir 
No entendía qué había que hacer
No entendía las consignas, los objetivos, nada.
Me limitaba a mirar para delante, y asentir. O a veces ni siquiera eso. Me colgaba mirando alguna manchita en la pared o imaginando que la lapicera de tinta era un supercohete con la misión de llegar a dónde nunca nadie había llegado antes. Recuerdo que imaginaba que la punta era la cabina y que todo el resto era un gran tanque de combustible. No imaginaba dónde estarían los motores. Solo me preocupaba que hubiera un lugar para la tripulación y otro, enorme, para la nafta. Así, con semejante carga, podría llegar a lugares nunca antes imaginados por el hombre. Imaginando eso me sentía bien, qué sé yo.
El resto, no lo entendía, no me importaba.
Pero ojo, no es que estaba más allá de nada. Demasiado joven para hacerme el superado.
No entendía nada de verdad. No sabía que había qué hacer, o por qué.

No entendía ni siquiera cómo hacer ese ejercicio de unir -mediante una línea- puntos numerados. Línea que al llegar al último punto, nos revelaba una forma, un dibujo, por ejemplo, un dragón.

Recuerdo que un día mi compañera de banco, una chica rubia de hachazo y medio achinada, después de explicarme el procedimiento varias veces, optó resignada, por hacer el ejercicio por mí.

Ella dibujaba y yo la miraba.
No entendía nada, pero tampoco era boludo.

Sebastián Culp.




23 junio 2014

La venganza de las fotos

Ya nos reímos de las fotos. Nos reímos de las selfies, de la selfie de pies, de las fotos a la comida, a los gatitos, al café de starbucks, nos reímos de las fotos saltando, etc. etc.  
Ahora vinieron por nosotros.

Porque sacamos fotos cual adolescente histérica
Porque un viernes a la noche, en lugar de salir a embebernos, nos quedamos mirando las 578 fotos del cumpleaños de un fulano que ni conocemos en Facebook.
Porque posamos en fotos como si fuéramos supermodelos o estrellas de rock.
Y por sobre todo porque somos consciente de todas estas pelotudeces y los seguimos haciendo, es que nos decidimos a confeccionar este profundo análisis.

Hay un patrón, hay una ley que gobierna las más estúpidas fotos, en las que somos sus instrumentos de tortura. Una lógica secreta está oculta y se burla de todos nosotros.

Y para colmo hay registro de ello.   


1. "El síndrome de las dos fotos a la vez”

Esto ocurre en grupo, cuando el evento o paisaje requiere una estampa y todos los presentes queremos una foto con nuestra cámara o teléfono. (No sé para qué, porque después seguro nuestra amigo la va a colgar en Facebook).
Ahí es donde el fenómeno se hace presente.
El grupo formado, posando cual estudiante en viaje de egresado es víctima de las dos (o más) cámaras.

“¿A dónde mirar?”
“¿Miro primero a la mía, o a la otra?”
“¿Ya sacó la foto?”, “¿la sacó fin flash?”

El resultado es uno solo: El obvio.

Foto 1 A 














Foto 1 B (La otra cámara) 


















Algunos miran a una cámara, otros a la otra. 



Foto 2 A 



Foto 2 B (En este caso ninguno de los protagonistas mira a la 2da cámara)























2. “El síndrome de la mano flotante”

El genial blog: Peinate que viene gente, fue el disparador para que estas ideas tomaran cuerpo de investigación y posteriormente de articulo analítico.

El fenómeno que acá nos convoca sucede cuando el fotografiado se cree menos que su compañera de estampa.
El resultado es pura ternura. 

Mano flotante 1























Mano flotante 2


















Mano flotante 3














Mano flotante 4 (A dos manos)















3. “El síndrome de la foto que es un video de 2 segundos”

Este fenómeno muy común sucede cuando alguno ha estado jugando con la cámara y la dejó en “Modo filmación”. Por lo tanto al presionar el “gatillo”, lo que vamos a tener como resultado es un video de algunos segundos con la hermosa escena de los personajes posando a cámara totalmente desconcertados y el operador de la misma suele coronar la mágica escena con un “uy... estoy filmando”.   

Foto/Video-de-algunos-segundos 1


"¡Uy,... estoy... está grabando!"

Foto/Video-de-algunos-segundos 2


"Estoy grabando... ja-ja... estoy grabando, ja-ja"

Foto/Video-de-algunos-segundos 3


—Uy no, debe estar filmando ¿no?...
—Sep.
—Qué tontuela.

Foto/Video-de-algunos-segundos 4


Silencio. El desconcierto en las caras.

18 junio 2014

Los Conjeturadores

¿Qué está escuchando este chabón de cresta rosa?

Miércoles
19:19
Subte A
En alguna parte del recorrido sentido a San Pedrito

Joven.
Mirada vencida.
Desahuciado.



Podría estar escuchando Pixies (Resabios de una adolescencia alternativa)
Podría estar escuchando Arctic Monkeys (Más de “ahora”)
Podría estar escuchando los Ramones (Atemporales)

Pero no.

Abatido por un trabajo repetitivo, o quizás por una materia que no logra meter, o simplemente porque el día lo pasó por encima.
Está en un estado de “limbo”.
No duerme, pero no está despierto.
Tiene los ojos abiertos, pero no ve lo que le pasa por adelante.
Por eso tampoco escucha música.
Pero literalmente, no sale nada de los auriculares.

Porque no tuvo las fuerzas de sacárselos una vez que terminó el disco.
O bien, porque nunca puso play.

"Pero —piensa el muchacho de cresta rosa— de paso ahogo un poco la voz que dice qué estación viene, y evito viejas chotas con ganas de parlotear".

Conjeturamos, entonces, que lo único que escucha es su propia cabeza.


12 junio 2014

Cuaderno de comunicaciones #3

HOY: Todos los rockstar llegan tarde
Culp

Una vez fui con mi amigo, Calcu, a ver a Carca a El Especial en Av. Córdoba. Era un jueves. Tocaba, no sé, a las 11 de la noche. Empezó a la 1. Tocó una hora y pico. Todos los temas en versión rockabilly, con contrabajo y toda la bola.
Seríamos 23 personas sentadas en el piso.
Cuando terminó —como era costumbre— Carca se fue con supermodelos.
Nosotros emprendíamos la vuelta a Flores; bajamos las escaleras del tugurio y saliendo, un auto frena adelante de nosotros. Era una chevy que no estaba impecable, pero tampoco destrozada. Parecía que estaba bien de motor, o sea, no sé nada de autos, pero tenía aspecto de potente. El chaboncito, que manejaba, arrima apenas el cuerpo a la ventanilla del acompañante, lugar que ocupaba una mina rockera total: pintura corrida en los ojos, pollera corta negra y medias de red, y se dirige a nosotros:
—¿Ya tocó Carca, loco? —dice el flaquito con una voz nasal, a lo Charly García.
Eran las 3 A.M.
—Sí, sí, ya tocó —le respondemos.
—¡¡Uh!! que colgado... —sentencia el chaboncito y arranca.

Era Joaquín Levinton.