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29 junio 2013

El Forastero #3

3

Vivía en la casa de mi mamá. No estaba de novio ni tampoco me juntaba mucho con amigos. Me juntaba, no crean que era un antisocial, digo que no tanto. Que sé yo, a veces pasa. Hay épocas que te juntas casi todos los días, y hay otras que no, que sin darte cuenta pueden pasar varios meses sin ver la cara de tus más íntimos amigos.

Me la pasaba en la calle. Aparte de la jodita de ir a ver casas en alquiler o venta me gustaba caminar. Caminaba mucho, por todos lados, sin cámara pero mirando todo. Me gustaba mirar a la gente, como que quizá el ojo oficiaba de cámara, no sé. Hay gente que mira vidrieras, los diferentes modelos de autos o absolutamente todas pero todas las minas que pasan, o los tipos. O sea, yo también miro minas, no me hago el que estoy más allá de algo, ni el asexuado boludo. Obvio que miro y que miraba; culos, tetas, piernas, pies (calzado de por medio. Más bien bajo, zapatillas, o “chatitas”), orejas, caras, manos, dedos y uñas pintadas de rojo, de negro o sin pintar. Aclaración aparte: No es definitorio, pero las manos de las mujeres, para mí, son muy importantes, no me pregunten por qué. Pero me refiero a otra cosa; a mí me gustaba mirar a la gente en general, mirar a todo el mundo. Mirar.

Entonces eso hacía: caminar y mirar. Me sentaba en un banco de plaza o en el escalón de un edificio y miraba a la gente. Miraba y no hacia absolutamente nada. Me limitaba a eso. No sé. Sentía una fuerza suprema en mirar, en ver cada detalle de la gente, cada detalle en las caras, los gestos, las muecas o situaciones puntuales. Un maremoto de desconocidos circundando las calles día tras día. Y yo estaba ahí, en el medio, pasando totalmente desapercibido, me sentía el hombre invisible. El mejor poder para alguien de mi especie: invisible y con el gusto de mirar. Nada podía salir mal. Lo tenía todo. Todo ese barullo de gente, esa maza critica de millones de identidades, de golpe mi ojo, por quién sabe qué razón, se detenía en una. En una persona x. Viste que pasa eso, de golpe mirás a esa persona con mayor atención y de apoco empezás a sentir que la conocés, de un momento a otro, te parece de toda la vida. Como que vas entendiendo sus movimientos, vas reconociendo sus rasgos, su pose, su manera de caminar, su andar, de golpe ese swing, calza perfecto en el mundo. Esa ropa va justo para esa personalidad, no podía ser de otra manera. Y esa persona para vos ya no es un desconocido. Ya está, se distingue del resto. Es otra, distinta, y nunca más va a volver a ese lugar. Todo esto se incrementa por mi memoria caprichosamente selectiva. Mi memoria que me dice “Hola, sos este boludo”, Boludo, porque de alguna manera me condena, me obliga a no olvidarme nunca jamás de cuando una ex novia, una vez, me esperó fumando un pucho en el umbral de una casa a las 10 de la noche. Sentada como una chica que espera en una película, entre sexy y antiheroína. Esa imagen de videoclip, de película quedó para siempre clavada ahí. Cada vez que paso por ese umbral, la veo, la veo ahí. Sentada, fumando. Veo la escena en cámara lenta. La veo como en una escena de una película imposible. 

Volviendo. Esa persona cualquiera que se destaca del resto va a quedar en mi memoria. Veo por la calle gente que no conozco, que nunca jamás en la puta vida hablé, pero me la acuerdo de otra vez. De algún otro momento, de algún cruce en la calle, de algún colectivo. La veo y siento que la conozco... y digo... “¿de dónde la conozco?”... y pienso y pienso. Y hasta no sacarlo no paro. Por lo general me acuerdo. Hay días que no, esos días son para mí en un punto, mejores. O sea, al principio me gusta “jugar” a acordarme. Pero cuando no me acuerdo, como que siento una especie de liberación. O sea, insisto, me gusta el juego, lo que digo que a veces no está tan bueno acordarse de todo absolutamente todo. 

Entonces como me gusta mirar gente distinta, camino, camino mucho. A travieso los mil putos barrios, me recorro la cuidad entera. Camino, me gusta, es como que mis pensamientos también caminan, siento como mi cabeza viaja. Y mirar lugares no reconocibles estimula la cabeza, la refresca. Entonces por eso me perdía, me perdía a propósito, mientras más me perdía mejor era, mientras más me perdía, mejor llegaba a donde quería llegar.     

Continúa.

26 junio 2013

Los Conjeturadores

Decinos tu nombre, tu edad, el platillo que más te gusta, qué Simpson (de todo Springfield) es tu preferido, pasanos una foto tuya, y te sacamos el fichín.  

Nombre: Juan Catriel Mirabelli
Edad: 23 años
Platillo: Ñoquis con crema
Simpson preferido: Homero 
















Conjetura #33
El Homero que no miramos

De padres hippies. En su casa había discos de vinilo tanto de The Beatles, de The Mamas and the Papas, de Jefferson Airplane, como de Atahualpa Yupanqui, de Violeta Parra y Víctor Jara. No necesariamente fue niño prodigio en los términos convencionales, pero de muy chico explotó su gran interés por el arte: el cine y la música. 
De pibe, en la primaria, se sintió el raro, no encontraba un lugar, no por antisocial, sino por sentir que los compañeros no estaban a la altura. No era pedantería, era realmente genuino el sentimiento: le gustaban otras cosas. Tenía la inquietud, la sed, exploraba bandas indies, películas de culto, de género.
Ya en la adolescencia -quizá yendo al colegio adecuado-, o por motu propia -en la calle- fue encontrando a gente como él, y así, cavando la canaleta para que no pase el agua.  
Hoy hace radio. No es una novedad esto, en la foto podemos ver que está frente a un micrófono y no está precisamente cantando. No tiene novia, al menos formal, colecciona comics y lee novelas de ciencia ficción.
Siguiendo la lógica de su personalidad, de la educación que tuvo etc. su platillo no podía no ser excéntrico. Si bien los ñoquis son la cosa más común del mundo, elegirlo como el platillo preferido en el universo mundial, y con CREMA, lo hace extraño, exquisito, rebuscado.

Mientras que su otro nombre es de lo más mundano: “Juan”. Le gusta. Pero le gusta, también, tener un nombre ordinario. No se puede ser original todo el tiempo. Es una suerte de alivio, entonces. “Juan” llega como una llovizna en verano.
Le gusta el fútbol, mirar más que jugar, y le da a la Play.
 
Es por todo esto que el Simpson elegido debía ser el más obvio. Eligió a Homero porque su vida está dividida.
Una de cal y otra de arena.
Por un lado le silvestre, ser uno más del montón (Homero es el personaje más popular de Los Simpson) “Juan”, y por el otro lo raro, lo único, (Ñoquis CON-CRE-MA) lo que lo distingue del resto: “Catriel”.

Hemos dicho, es decir; Conjeturado. 

21 junio 2013

Claves para ser famoso de la noche a la mañana en la red

PorBigoteFalso

Acá te dejamos algunos tips para dejar de ser un don nadie de pelo ondulado. 
En 4 simples pasos vas a poder pasar de ser un absoluto desconocido de remera arrugada, un soretito sentado frente a una computadora con monitor de tubo, a ser un “famoso” de chomba blanco Ala, un suceso en la net toda y alrededores. 

1
Hablar mucho de sexo llama la atención de cualquiera

-Si sos mujer hablá mucho de tu relación con la masturbación. Cada cuánto, dónde, cómo: ¿con la mano? ¿qué dedo? ¡¿qué dedos?! Ahondá en detalles húmedos, en productos: ¿Almohada? ¿juguetitos? Todo eso suma como loco.

-Hablá de tus relaciones ocasionales. Por más que no lo hagas vos hablá. Contá alguna historia sin dar nombres, pero dando a entender que te garchaste a un pibe con novia.
Contá tus deseos ocultos: tríos, fantasías, ganas de experimentar relaciones lésbicas. Que un día borracha besaste a tu mejor amiga.   

Podes elegir dos caminos: El de la ambigüedad y el misterio, eso los vuelve locos.
O el de ser más bien explícita.
Hay público para todo.
Y claro, todo esto tiene que estar acompañado de una foto de perfil en Facebook o Twitter que no muestre demasiado, pero que insinúe. Otra vez el MIS-TE-RIO.  

2
El loser es ya una fija

-Si sos hombre hablá de que no la ponés nunca. Hablá de tu timidez, eso les calienta como nada. 

-Si sos mujer hablá de que los sábados a la noche tu plan es ver comedias románticas y tomar 1 kilo de helado. Y que no te depilás hace 5 meses.

-Hacé un stand up sobre que te vino, pero siendo bien-bien patética. 

La cosa es lograr identificación. Tomar al público igual o más patético que uno.
El comentario más común que vas a recibir va a ser: “Es taaaaaaal cual”. 

3
Criticá y bardeá a famosos, eso garpa mucho

Acá debés ser explícito: Da nombres, nada de hablar en general o dar a entender. No, no. Bardeá con nombre y apellido.
Centrate en la gente profesional de tu especialidad.

O sea:
-Si sos cineasta, bardeá a Campanella, a “Tesis sobre un homicidio”, a Farsa Producciones, a Mariano Llinás. Criticá al sistema en general. Al INCAA, a las grandes empresas que producen, a los métodos no ortodoxos de realización, a los grupos de amigos que se juntan a filmar. Refutá sus hipótesis, no hace falta que propongas una tuya, centrate en criticar y mientras más levantes la voz, mejor.  

-Si sos standapista bardeá a Wainraich, a Cabito, a Malena Pichot. A las escuelas que enseñan esta disciplina, a la cantidad de shows que hay en el Paseo la plaza. Pero, repetimos, DANDO nombre y apellido, sino no sirve de nada.   

-Si sos escritor y/o tenés un blog, bardeá a Orsai, decí que es un fenómeno de nicho, bardeá a la Oblogo, diciendo que es una revista hecha por publicistas / empresarios.

-Si sos actor, cómico o artista de varieté: Obvio, bardeá a Casero, decí que está gagá, que se volvió un viejo gruñón, que Capusotto está haciendo lo mismo hace 8 años.
La cosa es repartir mucha mierda. Eso garpa como loco.

4
Metete con la política

Bardeá sin saber bien qué pasa, vos bardeá. La cosa es no estar ni con Dios ni con el diablo. Decí mucho la palabra “corpo”, decí: “Ella”, “Él”, Abusá de la “K” escribí todo con esa letra. Si no se llega a entender bien lo que quisiste poner, mejor. Mientras más confusión al escribir, va a parecer que estás más indignando, que hablás con las vísceras, con el alma. 


Si seguís está guía al pie de la letra, y estás dispuesto a todo, incluso a quedar como un pobre boludo, no hay chances que no suceda aquello que tanto anhelás. No hay chance. No, no. Porque lo importante es ser famoso, lo otro lo vamos viendo sobre la marcha.     

Cualquier semejanza con algún sujeto mencionado que aparentemente comenzó así su “carrera” en los medios es pura, pura, pura casualidad.

Esta guía no se responsabiliza por los efectos secundarios que la fama pueda traer.

Promoción válida en todo el territorio argentino menos Mendoza y Córdoba

Papeles al día.

Hoy no se fía, mañana sí




-Efectos colaterales de la fama-

18 junio 2013

El Forastero #2

2

Todo esto que estoy contando pasó hace bastante, más o menos en el 2004. Yo tenía 24 años, no es que sea una lumbrera de las cuentas (igual podría haber tardado una bocha en hacer el cálculo, pero como no me están viendo en el momento que escribo esto, quedo como un campeón) Igual es fácil, nací en el 79, en los últimos días de noviembre. Entonces si me dicen que edad tenía en el 92, enseguida digo, 12. Claro, va a depender a qué mes se refieren, si es a finales de noviembre o diciembre, tendría que haber dicho 13. Pero vamos, la mayoría del año tuve 12. Siempre el último número del año va a corresponder con el último número de mi edad.
Hago otra distinción a veces tengo ganas de mentir, de inventar la más remota historia, hay otras que no. Hay otras veces que una historia, digamos real, me pesa terriblemente en los hombros, como en el capítulo de Futurama cuando van a un planeta con una gravedad mucho mayor a la nuestra y la campera, el pelo y hasta los párpados pesan una barbaridad. Sumergirme en esta aventura de escribir esto (que quién sabe a dónde me lleve) sería como querer abandonar ese planeta desconocido. Sacarme ese peso de encima, literalmente, esa enorme carga, querer volver al mío, a mí lugar, a donde soy yo otra vez.
Por eso esto que cuento entra en el grupo de la segunda. Igual ojo, tomen la idea de “real” con pinzas, no quiere decir que voy a contar una sucesión de acontecimientos así nomás. Para nada. No es un diario intimo, ni una autobiografía. Por Dios, no. Porque aparte no sé si todo es real real. O sea, no sé si todo paso tal cual lo voy a contar. Es, por un lado, mi percepción, pero es también, y sobre todo, mi sensación de la Cosa. No necesariamente algo que me pasó, sino también algo que no me pasó. Esas cosas que quedaron truncas o que pasaron sólo en mi cabeza. Somos tanto la experiencia vivida, como la experiencia no vivida. Creo, yo, que en igual porcentaje. 

Y del lado más formal, cuando se escribe algo de estas características uno le intenta poner un poco de onda, ir aggiornando la historia, o darse ciertas licencias para que la cosa fluya, para que tenga más impacto, más fuerza.
Porque no hay nada más aburrido y demodé que las autobiografías, nada más insoportable que un fulano hablando de él mismo. No, trataremos que eso acá no ocurra.

No me hago el especial ni nada, sino porque me gusta ponerme en el lugar del lector. Quiero escribir algo que la gente quiera o le interese leer. Sino, para eso, me armo un blog con mi nombre y apellido y cuento lo que me pasó en el día o saco un Facebook y hablo de lo que comí ayer o muestro mis zapatillas nuevas.
Ah, otra cosa, cuando ustedes vean que me estoy yendo por las ramas, me chiflan.
Bueno aclarado el asunto, sigo.


Bueno con mis 24 años venía colgado, muy colgado. ¿Colgado en qué sentido? Qué sé yo, colgado. Ya había estudiado; fotografía, cine. Y no, no andaba con una cámara encima todo el bendito día. No es como todos piensan que el estudiante o fotógrafo tiene una Polaroid o una réflex atada a la mano. Al menos en mi caso. Quizá porque estaba medio desencantado con todo lo referido a eso, qué sé yo. Tengo una teoría: al menos la mitad de los estudiantes o aficionados a la fotografía son fracasados en otra disciplina. O estudiaron eso porque no sabían qué corno hacer de sus vidas. Eso lo pienso ahora, no entonces, ya que esta teoría me toca muy de cerca, para decir verdad. Igual creo que es cierto, creo que había estudiado eso porque no sabía qué hacer. Sé que alguno puede pensar que mi teoría es cualquiera y quizá tengan razón, pero es lo que pienso. Con el cine es distinto. El cine, fuera de la moda, del auge pelotudo que le toca por estos días, tiene una verdad imposible de superar.
Pará, igual no es que me refugie en la “opinión” como si fuera un arma noble e imbatible. Me revienta que la gente diga: “Es lo que pienso de tal cosa... bla bla bla”. Se escudan como si fuera una ley marcial, como si eso los amparara de por vida. Quizá eso que pensás, flaco, es una mierda, quizá eso que tenés como tuyo es la peor basura del mundo, quizá seas el más hijo de puta de todos.
Bueno, sabiendo que la opinión es lo más miserable que tenemos, entonces, sigo. Sigo dando mi “opinión de la vida”. 

Continúa.

14 junio 2013

La pelotudez humana y su afán de sacarse fotos

HOY: La foto donde, por un efecto visual, el “modelo” toca un objeto lejano 
PorBigoteFalso 

La pelotudez no entiende de géneros, de razas, religiones ni clases sociales.
La pelotudez nos toca a todos, nos manosea las nalgas. Está en nuestras vísceras, en nuestro mapa genético. Así como Dios o quien catzo sea, dijo: “Hágase el agua y la luz”, dijo también: “Hágase el hombre y la mujer, ¿pero sabés qué?, no lo voy a hacer como me figura en los planos, no. Hoy estoy jodón. Les pongo esta pizca de pelotudez en los cortocircuitos a ver qué pasa”.

“A ver qué pasa”, dijo el bueno de Dios. Qué capo.

El resultado es inevitable, como el mundo que nos pasa por encima.
Porque las cámaras de fotos se inventaron hace relativamente poco teniendo en cuenta la larga historia de la humanidad. Pero antes sería otra cosa, qué sé yo; frases pelotudas en los muros de las cavernas: “Comiendo una vizcacha medio viva con mi chuchi especial”; “Hoy partido con los pibes. Marcos llevá la calavera de cuero”; “¡¡¡Llegó el día, me mudo!!! Mañana Juan Carlos me arrastra del pelo hasta su cueva, no aguanto la ansiedaaaaad”.

El resultado, entonces, es uno solo.
Este.
Perdón a todos.
Perdón en nombre de la humanidad.  

-La cara de la señora redonda de pelo corto es una obra de arte en sí misma-.


No entiendo qué creen que logran con eso. O sea, ¿creen que va a quedar re creatiiivos? ¿Creen que con ese truco de mala muerte, con ese juego visual de 1915 van a engañar a alguien?
No, ¿en serio? ¿O creen que ese “chiste” va a causar gracia en amigos y pobres infelices condenados a ver eternas fotos de viajes o en los muros de Facebook?
Lo que menos me entra en la cabeza es: ¿¿¿Se creen originales haciendo eso??? ¿¿No ven al costado?? ¿No son capaces de levantar la cabeza y mirar a su alrededor? ¿No ven que hay 25 pelotudos más haciendo la misma pelotudez?

Pero a la vez, si logramos ver esto, si tenemos la capacidad de la “crítica”, quizá haya una lamparita bajo consumo de esperanza, quizá no esté todo tan podrido. Quizá podamos torcer esta pelotudez innata que todos llevamos dentro, marcada a fuego, como un tatuaje de lava. 

¡Vamos, por favor, digámosle NO a la foto con ese efectito visual de cuarta!

Próximamente la autofoto; la autofoto en espejos; la autofoto de autorretratos en espejos; la foto a la comida; al café de Starbucks; la foto a la foto de chico en el colegio con los mocos chorreando; la foto al gato; a la foca marina; al can bailando la Lambada,   

10 junio 2013

El Forastero #1

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—Bueno, esta es la cocina, como verá es todo luz, amplio, espacioso, y el estado es un 8 puntos, un 8, 50 ¿no? A mí me gusta mostrar propiedades habitadas, creo que las cosas condicionan pero para bien. Digo, no todos tienen la capacidad de imaginarse un ambiente vacío, libre de muebles, ropa, adornos, chucherias ¿no? Ja-ja. Pero bue... sí, la contra es que si no le gusta la ambientación, lo tira para atrás. Pero es otra cooosa, le da vida, color ¿no? Ja-ja. En fin... este es el comedor diario, amplio, muy luminoso, da al pulmón del edificio. Esto está todo reciclado a nuevo, eh. Y no sólo lo que se ve, no. Cañerías, gasoducto, instalación eléctrica, ¡todo! Mire el tamaño, no va a encontrar comedor diario así. Imagínese, acá se puede desayunar, almorzar, cenar, invitar amigos, cumpleaños, todo, ja-ja-ja. Este es el baño completito-completito: bañera, bidet, todo. Lo bueno de la bañera es que uno puede elegir ¿me sigue? Se puede dar un baño de inmersión o ducharse. En cambio si sólo tiene ducha bueno.... solamente se puede dar una ducha, ¡ja-ja-ja!   

En ese momento el guardista movió una de las tres hojas del espejo del botiquín del baño y un reflejo o algo me descolocó al punto no saber, por una fracción de segundo, si el norte era el norte, si yo era diestro o zurdo, si estábamos en otoño en el verano boreal. Era mi cara, el espejo reflejó mi imagen. Me miré, me miré fijo un toque: “Qué caripela, hermano”, pensé.

No estaba buscando casa. O sea, no me tomen por un demente, pero por esa época me gustaba ir a ver casas, departamentos, todos habitados. Llamaba a los avisos, preguntaba ciertas cosas (entre ellas si estaba deshabitada o no) y cuando la respuesta era: “Habitada”. Me mandaba. No siempre, pero la mayoría de las veces los dueños no estaban. Mejor. Me gustaba ver la casa vacía. Sin la presencia humana. Bueno estaba el cipayo ese, pero nada más artificial que un guardista de inmobiliaria. Me gustaba ver la casa llena de cosas, ver la cáscara, el envoltorio, ver la vida congelada, estática. Los muebles, la ropa tirada, los platos en el escurridor de la mesada, las frutas de plástico en la mesa del living, ver las piezas: ¿Tienen pibes? ¿Cuántos? ¿De qué edad? ¿Y ellos, más o menos, qué edad tienen? ¿De qué trabajan? ¿Están vendiendo para progresar o por una deuda? ¿Tienen buen sexo? ¿Tienen sexo? ¿O están separados? Me gustaba mirar las revistas en el baño, los libros de la biblioteca, sobre la mesa de luz, los discos (cuando tenían, mucha gente no escucha música realmente. O sea, no se sienta a escuchar música, o si lo hacen, no coleccionan discos). Pero cuando había una modesta discoteca, era para mí algo parecido al paraíso. Miraba los imanes de la heladera: ¿Colgaban las facturas a pagar? ¿Qué compañía de cable? ¿Servicio básico o con todos los chiches? ¿Algún mensaje a sus hijos colgado de la heladera? Si me podía escabullir del muñequito de torta ese de la inmobiliaria una de las mejores cosas era poder abrir la heladera, el botiquín del baño, las alacenas. Nada habla más de uno que la heladera. ¿Plasma o TV de tubo? ¡¿Un plasma en cada habitación?! Sin duda, se mudan a una casa más grande y, a juzgar por esos almohadones en forma de C en la pieza de ellos, la mina está embarazada. Cuando ya había visto y deducido casi todo, le entraba de lleno a los portaretratos, las fotos colgadas en espejos, los cuadritos. Una plancha de corcho llena de fotos podía ser el mejor regalo, el banquete final. Ahí estaba todo. Vidas enteras.
Todo eso me gustaba ver. Me gustaba ver lo incompleto. La vida sin la vida, el contexto, ahí no hay mentira posible, porque uno puede más o menos tratar de tener un orden, pero siempre algo se filtra. Ahí no hay careta, no hay postura, no hay posibilidad de actuar. Si realmente querés conocer a alguien entrá a su casa cuando no esté. Hurgá entre sus cosas. Mirá todo, cada detalle, cada cosa por más insignificante que parezca. 

Bueno, eso hacía antes. Tampoco fue tanto tiempo, lo hice un par de veces. Como un juego, qué sé yo, no sé bien para qué, pero lo hacía. Me gustaba.

Continúa. 

07 junio 2013

Categorización de viajantes de auto en ruta

PorBigoteFalso

El Conductor: Conduce. Se debe limitar a esa actividad aunque puede cantar, hablar, tomar algún que otro mate, hacer una rutinita cómica de chistes verde y paremos de contar. 

El Copiloto: Cebador de mate oficial. Le debe dar la charla justa al conductor para que no se duerma, pero tampoco tanta como para que no se distraiga. Hacedor de sanguchitos, y pasador, y sobre todo buscador de ciertas galletitas en paquetes de surtidas. No debe dormirse por nada del mundo. Puede ser también el manipulador del estéreo.    

El Narcoléptico: Se duerme antes de salir de la capital. Son los sujetos que tienen esa extraña capacidad de dormirse en casi cualquier lado. Acusan haberse dormido de pie, en el colectivo, en la sala de espera del dentista, en la cancha. Son también, esos sujetos despreciables que logran dormirse todo un viaje en micro (viaje de 24 horas) a Bariloche.   

El Nervioso: Van relogiando la ruta, los movimientos del conductor y también del copiloto, para ver si va atento o no. No se pueden relajar. Van mirando la ruta, los cruces, los autos de al lado, los que vienen de frente. Hubieran deseado ser copiloto para ir marcando cada novedad. Su posición es: La espalda despegada del respaldo y con ambas manos va tomado del asiento de adelante, apenas asomando la cabeza por el hueco de los dos asientos.  
 
El Entusiasta: Va con una alegría desmedida. No puede borrarse la sonrisa de la cara. Le saca fotos a todo y cada cosa que se presenta: un pájaro que justo cruzó (que luego la foto va a ser un manchón gris), una piedra, un avión, una ardilla que sólo ve él, un halcón en el cielo, que finalmente termina siendo una paloma como las del congrego. Canta en voz alta. Saca temas de conversación, se mete en charlas diciendo: “Tengo un conocido que le pasó lo mismo” y propone juegos con las patentes de los otros autos. 
(“Bajá la euforia Cacho, estamos yendo a Chapalmalal”).  






Vejiga de pajarito: El que sufre de incontinencia y propone paradas a cada 20 minutos para "estirar las piernas" con el único fin de orinar.

Infante preso de la ansiedad: El que pregunta si ya se está cerca del destino o cuánto falta apenas se ajusta el cinturón de seguridad.

El problemático que vive las vacaciones con culpa: Viaja descompuesto y con náuseas.

El que señala compulsivamente marcas de auto: te cuenta la historia de la manufactura de cada uno e incluso te enumera vecinos y famosos que alguna vez tuvieron uno de esos.

Combinación entre el Tano Pasman y Luis Majul: El que está a la pesca del que realiza maniobras imprudentes sólo para justificar su instinto puteador.