Seguidores

06 junio 2011

Viaje al Centro de la Psique



#1
Me paranoiquea que se paranoiqueen
PorRodríguez

Siempre que camino por la calle y me ubico sin quererlo, más bien por azar o casualidad, detrás de una persona sea esta hombre, mujer, perro a travesti y que por el idéntico andar (esto es según el movimiento rectilíneo uniforme: dos cuerpos que avanzan a una misma velocidad constante) no hay chance de que la pase, ni que la iguale, ni nada. Entonces por esta condición física, es cuando sucede aquello. Es ahí donde las personas temen lo peor: Estar quizá adelante, a unos pocos centímetros, de un asesino serial, de un ladrón con pistola en mano, o de un lunático en harapos con rabia y viruela a punto de dar el zarpazo.  
Tardé en descubrir el asunto, pero creo que se debe a mi andar silencioso, casi sigiloso (Sí, todo lo que odio de los gatos). Que tampoco es buscado, al no usar zapatos no cuento con el taco de madera y con su ruido marcado, rítmico. No, las simples suelas de goma de mis zapatillas no hacen el mínimo sonido. Y tampoco es que ando por ahí cantando ni hablando en voz alta, ni moviendo llaves, ni pateando tachos de basura, ni siquiera piropeando a las chicas. No, no. Nada de eso. Ese es mi andar, creo reconocer que hasta parece normal, bah más o menos, en realidad es medio defectuoso, torpe, dubitativo y extraño, más bien errático digamos.  
   
Estoy entonces condenado a ser una falsa amenaza, un falso delincuente o depravado que claro se incrementa con la ridícula paranoia ajena.
Pero el problema es que ellos tienen sus miedos… y yo tengo los míos. Esto es: ni bien ellos se paranoiquean mirando de reojo, guardando el celular, metiendo las manos en los bolsillos, tomando su cartera con ambas manos, o hasta cambiándola de hombro: yo empiezo a paranoiquearme. Ahí soy conciente, ahí empiezo a pensar que ellos piensan que voy a atacarlos.
Y nada más incómodo que sentirse en los pies de un malviviente.
Me da ganas de decirles “Tranquilos, soy yo… un tipo normal. No podría ni pegarle a un enano”. Intento caminar más rápido para rebasarlos y explicarles, pero ellos, por el miedo que los corroe, aumentan la velocidad. Yo sólo quiero pasar por el costado y que me vean. “Hola, soy bueno, mirame… si me miras a la cara te vas a dar cuenta que no le puedo hacer mal a nadie. Nunca me pelié con nadie en toda mi insignificante vida. Soy tan bueno que me doy lastima. Y tan cobarde que me doy asco, vergüenza”.
Entonces disminuyo la marcha, pero es peor. Piensan que los estoy asechando, piensan que soy un asesino experimentado, un loco que sabe lo que hace, que los estoy midiendo para luego dar el gran golpe. Tengo ganas de gritarles… “Tranquilos… si quieren llamen a mi mamá… ella les va a decir que soy una buena persona”. ¡¡Por favor!! necesito que sepan que soy bueno… por dios, no quiero ser esto que me está tocando ser, esto que me están dando como rol. ¡¡¡No soy malo, no soy malo!!!! por dios ¡¡¡creanme!!!

Pero si en ese momento llegara a hablar, si en ese momento llegara a abrir la boca. Sería el desastre. Ya imagino a la persona, saliendo disparada al grito de quién sabe qué cosa. 
No, no. Mejor detenerse, dar media vuelta y volver por donde venía. Resignarme a ir a donde iba, otro día. Después de todo: paranoico que desiste siempre sirve para otra digna paranoia.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario