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16 diciembre 2011

Viaje al Centro de la Psique

#16
El verdadero problema del transporte público
PorRodríguez

¡Cosa horrible es agarrarse del caño o pasa manos del colectivo y que esté caliente, bien caliente!

Esto es: El colectivo lleno, hasta las manos, al tope, cada uno agarrado del barral de arriba, de los pasa manos de abajo, como puede, haciendo equilibrio. Con suerte, algunos pueden aprovechar su altura y tomarse de arriba, donde poca gente llega. Pero después de un viaje de más de media hora, ¡y donde no se baja ni una sola persona! el brazo se te cansa, se te empieza a dormir, a entumecer.
Luego, y muy de apoco, la gente va bajando, y vos avanzando, ganando posición, tratando de conseguir un lugar digno (?) bien al fondo. Sí, lo ves, está ahí nomás, a unos pasos; una persona corpulenta ocupando gran porción de colectivo pega media vuelta y se posiciona en la puerta para bajar. Vos que estabas atento, ganas varios cuerpos, caminando como podes hacia allá. Safando del embudo que se forma en el medio.
¡Lo lograste! llegaste, el lugar es tuyo, basta de levantar el brazo hasta el techo, basta de estar torcido, levemente inclinado para no apoyarle el culo (o el miembro si sos hombre) a una vieja sentada, pero en ese momento sucede: te tomas del pasa manos de abajo y está caliente. CA LIEN TE ¡Hsssssssss! Por dios... por un segundo hasta pareciera que está levemente húmedo, “el hijo de puta ese transpiró todo el caño” pensás. Cerrando los ojos por acto reflejo, sacas la mano de inmediato, y lo único que querés es tocar algo fresco, volvés a levantar el brazo y buscando una parte del caño de acero que esté frío, bien frío. Necesitas algo helado, meter la mano bajo la canilla abierta de agua fría, meterla en una bolsa de rolitos, que te saque esa sensación de caldo, esa sensación de estar dándole la mano a un desconocido (como cuando llegaba el momento de tomarse de las manos en la misa). ¡Por dios que desgracia! La palma de la mano es algo muy intimo, uno anda por ahí regalando saludos, pero para mi después de mis “partes íntimas” es lo más sagrado que tengo.

Y bueno, ahí, seguís el resto del viaje con la brazo levantado. Todo sea por mantener la mano fresca, fresca y seca, como dios manda.

Nota: Nuestro relato no intenta ir en contra de la gente que traspira las manos. Eso es inevitable, y totalmente entendible, porque muchas veces el transpirar de manos está vinculado con el nerviosismo, la ansiedad, etc. cosa que nos hace confraternizar con ellos. Por el contrario, vamos, con todo, contra los desconsiderados que se sujetan al caño del colectivo y no lo sueltan en todo el trayecto provocando así ese caldo de ultratumba.


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