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11 abril 2012

Informe Especial: Comportamientos en la vía pública I

La fruta podrida somos nosotros
PorCulp
Colaboración: Regina Falangie

Es la verdulería un lugar, donde sin darnos cuenta, dejamos ver nuestras miserias, nuestras peores cosas.
Nos plantamos como si fuéramos reyes, como si fuéramos los dueños de algo. Decimos cosas terribles, cosas patéticas, cosas que me dan vergüenza ajena de sólo pensar.
Los comentarios típicos que se suelen escuchar son ambiguos, son preguntas, pero también órdenes enfáticas. 
“¿¡Cómo están las ciruelitas!? ¿¡y los melones!?”; “¿¡los tomates, están lindos!?”;
Para volverse lisa y llanamente en ordenes a acatar: “No me metas cualquier cosa eh, el otro día las bananas estaban todas pasadas, mirá que sino te traigo todo de vuelta”; “Me dijo Rosita que ayer le vendiste unas uvas agrias, incomibles. Yo te las escupo una a una y te las traigo eh!”; “¿¿Un pomelo dulce?? Donde la viste, los pomelos no son dulces, para eso uno le pone azúcar!”

Hay algo perverso en esos comentarios, algo oscuro, algo digno de estudio. Como si fuera una especie de fuga, de escape. Todo nuestro costado más siniestro parece desembocar ahí, en ese lugar y en ese momento.
  
Y no nos basta, No! Vamos más allá. A nuestros despectivos, casi perversos comentarios, le sumamos nuestra influencia corporal. Nos arriamos, como bajándonos de quién sabe qué pedestal, metiendo el cuerpo en escena y nos damos el lujo de tocar la fruta y la verdura. ¿quiénes nos creemos que somos?, tomamos un durazno y decimos o más bien juzgamos: “¿¡a ver cómo están los duraznitos!?”, y lo movemos, de arriba a abajo chequeando su peso, su consistencia, lo apretamos revisando su madures, LO OLEMOS, (que cara duras) y finalmente lo rotamos buscando el error, la excusa que nos habilite a quejarnos, a saltar como leche hervida: “¡¡ves!! ¡me ibas a meter cualquier porquería!”.
Ahí soltando la fruta sobre las restantes como si estuviera contaminada, exageramos que ese sector semipodrido o apenas oxidado, nos manchó la mano. Sobre-actuamos la molestia, pero en el fondo estamos orgullosos, orgullosos de que no nos pudieron cagar.
Somos insoportables. 

Después, apurando el trámite como si fuéramos empresarios con una agenda más grande que la guía telefónica. A la silvestre pregunta del vendedor: “¿algo más?” concluimos nuestro asqueroso comportamiento con un: “no no, está bien, nada más” ofendidos como nunca ¡Dios! que artistas que somos. 
  
Pagamos con los peores billetes, con esos que están en el fondo del bolsillo, todos arrugados, grises y finitos, y nos vamos.

Somos horribles.
Y la verdulería, por alguna razón, es la puerta o la ventana que deja salir esa sustancia rancia y putrefacta impregnada en lo más profundo de nosotros.  

2 comentarios:

  1. "Sobre-actuamos la molestia, pero en el fondo estamos orgullosos, orgullosos de que no nos pudieron cagar.
    Somos insoportables."

    Somos un conjunto de horripilantes réplicas de la doña Rosa promedio. Nos entrenamos para ser vecinas chotas, y creemos que eso es convivencia y dignidad barrial.

    Saludo de bigote

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    Respuestas
    1. Genio!!
      No puedo estar más de acuerdo con lo de “dignidad barrial”!
      Gran reflexión!

      SaluT
      B de Bigote!

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