PorCulp
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PELÍCULA: Frame Fatale
DIRECCIÓN: Max
- Bronco - Fernández
GUIÓN: Ángeles Lucía Dos Aires.
AÑO: 2011
DURACIÓN: 108 minutos
GÉNERO: Thriller - Horror
Este film parece abordar un cruce de géneros. Por un lado el Femme Fatale, variante
del Thriller, películas como: “Double
Indemnity”, “Bajos instintos”; y por el otro, el Horror, más precisamente
películas en clave “apocalíptica”: “En la boca del miedo” o “La Fin Absolue du
monde”.
La película trata sobre una manipuladora, avasallante y proactiva directora de cine, Clarisa Maicas, la cual trabaja en su ópera prima que es en realidad la última entrega de una trilogía simbólica. Es decir, ella filmó anteriormente dos películas de manera (muy) independiente: películas gore, extremadamente violentas, con rituales pelotudos, con sacrificios –reales– de animales y bichos bolita; sexo explícito y grandes banquetes de carne cruda (en realidad, sushi), sandía con vino y snaks. Estas dos películas de culto, según se dice, están malditas, produciendo efectos secundarios en los cipayos que las miran. Y con esta tercera parte (primera para el mundo “normal”, tercera para el inframundo de nerdos) según parece, la idea de Clarisa es básicamente terminar con la raza humana como se la conoce hasta la actualidad del hoy, y de paso con una terrible plaga de mangostas que azota a la ciudad.
El film
comienza con ella viendo su segunda película independiente junto a su asistente
de dirección. Intiman violentamente: sexo, sangre, bocaditos Cabsha, semen,
lubricantes, películas en vhs y pequeños ponys vuelan a la pantalla (vale
aclarar que no es en 3D).
Luego
este joven, carente de personalidad, desaparece misteriosamente sin dejar
rastro ni huellas dactilares, ni pisadas, ni envoltorios de cigarrillos, ni de
caramelos, nada.
Por ello
le encargan el caso a un duro morochón de pelo grueso en brazos y espalda,
detective: Martínez Juárez Scotto. Quien se va a introducir en el submundo del
cine, descubriendo, entre otras cosas, que son todos pelotudos, corriendo de
acá para allá, sin razón alguna. Pero sobre todo, siguiendo de cerca Clarisa,
se va a enamorar perdidamente de ella, se va a obsesionar, va a perder el
juicio por completo.
Ella,
hábil, arpía como es, va a aprovechar esa tajada para desviar la investigación
hacia lugares fofos y callejones sin salida. Martínez Juárez Scotto, embobado
empieza a decir a todo que sí: “Sí amor; sí mi reina; sí mi diosa del Olimpo,
como usted diga; sí mi bichito de luz, mi comadreja de felpa”. Se muda a su
casa, y deja no sólo la investigación sino también su trabajo, el gimnasio, y
de jugar al dominó con viejos en el parque Rivadavia. Esta vía libre, le
permite a Clarisa terminar con su masterplan: filmar su obra maestra, su
película final. La última película de la historia de la humanidad y bla bla
bla.
Ella
sale a trabajar y él hace las compras, prepara la comida, y le da de comer a
Roberto, el canario.
Pero en
una de esas, el detective haciéndose un tereré (hay que aclarar que es un
verano de no menos de 37° a la sombra) hurga en la alacena buscando una
bombilla y descubre un vhs medio chamuscado. Lo pone en la video casetera
Noblex, y resulta ser la primera película de Clarisa: “Infierno en la alcoba
roja”. El film no tarda en surtir efecto y “contaminarlo”, pero extrañamente le
abre los ojos. Una de cal y una de arena, como se suele decir. Esta avispada le
da entender que debe parar toda esa locura. Debe detener el rodaje de esa
película mortal. No sin antes mirar la segunda parte, obvio: “Aullidos
diabólicos en el Microcentro”.
Pero con
las buenas intenciones no se ganan batallas ni se resuelven crímenes, ni mucho
menos se salva al mundo. El bueno del detective Martínez Juárez Scotto llega
corriendo, en una escena épica, al set de filmación, pero éste se encuentra
completamente vacío, bah, vacío del todo no; algunos utileros lo están
desmantelando.
Pregunta
por Clarisa, por la película, y éstos le dicen que ya terminaron de filmarla,
de editarla y postproducirla.
En una
escena digna de un duelo de western, entre
los decorados desarmados, aparece Clarisa de la nada y quedan frente a frente.
Él le dice que sabe todo, que debe parar su maquiavélico plan. Y agrega que
también sabe que mató al asistente de dirección. Ella lo mira a los ojos, se
sonríe y le dice que eso no puede probarse. Ella no mató a nadie. Quizás sus
películas, pero no ella. Él da unos pasos con ira, y balbucea algo como “Sos
una perra”. Ella le dice que es tarde, que haga lo que haga ya está todo hecho.
La película, que se llama “Frame Fatalle” (igual que la película que estamos
viendo) ya está viajando a los festivales de Cannes, San Sebastián, Pamplona,
Cali, Bermuda, El BAFICI, El MARFICI, El BARS, Rotterdam, todo
Estados unidos, Toronto, Brasil, Oaxaca, Monterrey, Guadalajara, Corea de
Norte, Japón, Irán, Tailandia, Tasmania, Islandia y Punta Alta.
Martínez
Juárez Scotto se acerca, la toma de los brazos fuertemente, la mira a los ojos
y le dice: “y... ¿está buena?”.
-Yo no
la vi, imaginate... pero sí, me dijeron que es una bomba, literalmente
hablando”, dice Clarisa sugestiva.
Martínez
Juárez Scotto muerde enfurecido haciendo ruido con sus dientes y aprieta ambos
brazos de Clarisa con sus manos, está furioso, pero en un descuido no puede
evitar besarla. No tardan en revolcarse en el piso del set todo sucio y húmedo.
Ella dice que el mes siguiente se estrena en 279 cines de todo el país. En ese
momento Martínez tiene una erección como nunca en su miserable vida (un árbol
petrificado es un poroto). Pero por su moral, lo poco de integridad que le
queda, la reprime. Clarisa le clava una mirada penetrante (él la conoce, es una
mirada de “Garchame toda”), Martínez se aleja, carbura unos segundos que no
llegan ni a 60, y de golpe piensa otra vez con claridad, una claridad que no
tenía desde sus años dorados de investigador, y dice: “Bueh... si igual ya no
hay mundo”, ella se ríe con cara de pícara y Martínez se le tira encima.
La
cámara se aleja en un travelling: se ve un plano general corto de ellos
acostados, luego la imagen empieza a alejarse entrando en cuadro todo el set
semi desmantelado: se ven paneles que simulan paredes de una casa, se ven
restos de otros decorados, estructuras de metal, faroles apagados, sólo una luz
cenital encendida baña de manera sugestiva a Clarisa (más precisamente su culo
redondo, transpirado) y al detective Martínez Juárez Scotto “haciéndolo”.
Cuando
la cámara está lejos, en un plano general largo, la única luz encendida se
apaga.
Sobre la
pantalla negra se oyen sus gemidos en aumento: Clarisa grita como loca y el
detective gruñe como un animal, hasta alcanzar un orgasmo superlativo y
desgarrador a la vez.
Prometemos conseguir el afiche de la película. Está jodido, pero vamos a tratar.
ResponderEliminarSiempre suyos...
locuraa!! quiero verla!!
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