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—Bueno,
esta es la cocina, como verá es todo luz, amplio, espacioso, y el estado es un
8 puntos, un 8, 50 ¿no? A mí me gusta mostrar propiedades habitadas, creo que
las cosas condicionan pero para bien. Digo, no todos tienen la capacidad de
imaginarse un ambiente vacío, libre de muebles, ropa, adornos, chucherias ¿no?
Ja-ja. Pero bue... sí, la contra es que si no le gusta la ambientación, lo tira
para atrás. Pero es otra cooosa, le da vida, color ¿no? Ja-ja. En fin... este
es el comedor diario, amplio, muy luminoso, da al pulmón del edificio. Esto
está todo reciclado a nuevo, eh. Y no sólo lo que se ve, no. Cañerías,
gasoducto, instalación eléctrica, ¡todo! Mire el tamaño, no va a encontrar
comedor diario así. Imagínese, acá se puede desayunar, almorzar, cenar, invitar
amigos, cumpleaños, todo, ja-ja-ja. Este es el baño completito-completito:
bañera, bidet, todo. Lo bueno de la bañera es que uno puede elegir ¿me sigue?
Se puede dar un baño de inmersión o ducharse. En cambio si sólo tiene ducha
bueno.... solamente se puede dar una ducha, ¡ja-ja-ja!
En ese
momento el guardista movió una de las tres hojas del
espejo del botiquín del baño y un reflejo o algo me descolocó al punto no
saber, por una fracción de segundo, si el norte era el norte, si yo era diestro
o zurdo, si estábamos en otoño en el verano boreal. Era mi cara, el espejo
reflejó mi imagen. Me miré, me miré fijo un toque: “Qué caripela, hermano”,
pensé.
No estaba
buscando casa. O sea, no me tomen por un demente, pero por esa época me gustaba
ir a ver casas, departamentos, todos habitados. Llamaba a los avisos,
preguntaba ciertas cosas (entre ellas si estaba deshabitada o no) y cuando la
respuesta era: “Habitada”. Me mandaba. No siempre, pero la mayoría de las veces
los dueños no estaban. Mejor. Me gustaba ver la casa vacía. Sin la presencia
humana. Bueno estaba el cipayo ese, pero nada más artificial que un guardista
de inmobiliaria. Me gustaba ver la casa llena de cosas, ver la cáscara, el
envoltorio, ver la vida congelada, estática. Los muebles, la ropa tirada, los
platos en el escurridor de la mesada, las frutas de plástico en la mesa del
living, ver las piezas: ¿Tienen pibes? ¿Cuántos? ¿De qué edad? ¿Y ellos, más o
menos, qué edad tienen? ¿De qué trabajan? ¿Están vendiendo para progresar o por
una deuda? ¿Tienen buen sexo? ¿Tienen sexo? ¿O están separados? Me gustaba
mirar las revistas en el baño, los libros de la biblioteca, sobre la mesa de
luz, los discos (cuando tenían, mucha gente no escucha música realmente. O sea,
no se sienta a escuchar música, o si lo hacen, no coleccionan discos). Pero
cuando había una modesta discoteca, era para mí algo parecido al paraíso.
Miraba los imanes de la heladera: ¿Colgaban las facturas a pagar? ¿Qué compañía
de cable? ¿Servicio básico o con todos los chiches? ¿Algún mensaje a sus hijos
colgado de la heladera? Si me podía escabullir del muñequito de torta ese de la inmobiliaria una de las
mejores cosas era poder abrir la heladera, el botiquín del baño, las alacenas.
Nada habla más de uno que la heladera. ¿Plasma o TV de tubo? ¡¿Un plasma en
cada habitación?! Sin duda, se mudan a una casa más grande y, a juzgar por esos
almohadones en forma de C en la pieza de ellos, la mina está embarazada. Cuando
ya había visto y deducido casi todo, le entraba de lleno a los portaretratos,
las fotos colgadas en espejos, los cuadritos. Una plancha de corcho llena de
fotos podía ser el mejor regalo, el banquete final. Ahí estaba todo. Vidas
enteras.
Todo eso me
gustaba ver. Me gustaba ver lo incompleto. La vida sin la vida, el contexto,
ahí no hay mentira posible, porque uno puede más o menos tratar de tener un
orden, pero siempre algo se filtra. Ahí no hay careta, no hay postura, no hay
posibilidad de actuar. Si realmente querés conocer a alguien entrá a su casa
cuando no esté. Hurgá entre sus cosas. Mirá todo, cada detalle, cada cosa por
más insignificante que parezca.
Bueno, eso hacía antes. Tampoco fue tanto tiempo, lo hice un par de
veces. Como un juego, qué sé yo, no sé bien para qué, pero lo hacía. Me
gustaba.
Continúa.
Y ese fue el origen de los conjeturadores ponele.
ResponderEliminarOpa! pero que lectora atenta. Igual no sé, habrá que ver los capítulos subsiguientes.
EliminarAnda la osa!! Como detective te contrato al toque!! Ahora, si no poseían una playstation y un "rincón" donde amontonar algunas bebidas...noe ra hogar confortable XD.
ResponderEliminarSalutes
jaja! Quizá tenían hijos muy chicos. Igual, sí, la play podía ser del papucho.
EliminarEl "anda la osa" me hizo reír mucho.
Como odie a la gente que iba a ver mi depto.
ResponderEliminarClaro, es como una violación a la intimidad. Justamente por lo que dice el forastero este, se ve todo. Si ves en detalle SABES todo.
EliminarSos como un voyeurista de hogares
ResponderEliminarViste! Es un pervertido!
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