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13 agosto 2014

Cuando era chico dibujaba

Cuando era chico dibujaba. Bah, chico, adolescente. 16, 17, 18 años. 
Dibujaba todo el día.
Dibujaba en el colegio.
Dibujaba en mi cuarto de noche, escuchando la radio. Más precisamente el programa “El robo del siglo” con Matías Martin y Diego Ageli de la Rock&pop.
Era espectacular ese momento: Día de semana, 11, 12 de la noche, con la radio de fondo: llamados de Tangalanga en vivo, aforismos, los Peligrosos Gorriones, y yo meta dibujar.
Dibujaba sin saber nada
Dibujaba sin técnica, sin idea de perspectiva ni conocimientos de ningún tipo
Dibujaba sin lavadoras, dibujaba sin licuadoras, sin batidoras, sin televisores, sin secadoras.
Solamente apoyaba el lápiz y lo movía por la hoja en blanco.
A veces hoja de carpeta. A veces hoja de computadora.
De la computadora de mi hermana. Yo no tenía.
Me quedaba en mi cuarto dibujando. Mi mundo era un escritorio, lápices, hojas, y la radio.
Nunca estudié dibujo (se nota) pero me gustaba dibujar, la pasaba bien.
Dibujaba bastante.
Casi siempre copiaba.
Copiaba comics, copiaba fotos, copiaba otros dibujos de amigos que sí dibujaban bien.
Todas las semanas me llegaba a mi casa la historieta de Los Simpson.
Historieta olvidable, pero estaba buena para copiar.
La copiaba y al otro día llevaba los dibujos al colegio y un amigo que conocía las historietas intentaba adivinar de qué número era mi dibujo o de qué viñeta.
Intentaba inventar personajes, pero la verdad es que repetía siempre una “formulita” muy pedorra.
Empezaba por los ojos, después la nariz, la boca, el pelo y el cuerpo. Siempre la misma. Siempre tres cuartos perfil. No tenía otra.
Era la misma base, lo que cambiara era el tamaño del pelo; jopo, raya al costado o gorra visera; Ojos grandes, de fisura o anteojos; Narices enormes, con granos o diminutas.

Como dije, también copiaba a amigos que dibujaban de putísima madre.
Los copiaba. Quería ser como ellos. Pero no. No me salía inventar esos mundos. A duras penas, me salía copiar.
De todos modos disfrutaba mucho de dibujar.

Pero un día, en 4to o 5to año, aburrido en una clase de matemática y enamorado de una chica de otro curso que no me daba bola, me salió una especie de poema.
Un poema un poco pretencioso, pero sincero.
Se llamaba “Mujer bonsái”.
Qué andá a saber porqué se llamaba así, porque la chica era alta. Alta y flaca. Y los bonsái son más bien bajos. Bajos y anchos.

Pero la cosa es que a partir de ese momento empecé a escribir y dejé de dibujar.
No fue automático. Pero como que a medida que iba escribiendo, se iba diluyendo el dibujo.

Ahora, de lo que no estoy seguro es si el mundo ganó un escritor y perdió un dibujante, o si fue la literatura la que perdió con mi incorporación y el dibujo, el que ganó con mi ausencia.

Pero no hay por qué hacer conclusiones apresuradas, ¿no?

Sebastián Culp

Deposito una breve galería de mis dibujos de aquellos mozos años:












8 comentarios:

  1. Hay preguntas que mejor no responder, je.
    Me gustó MUCHO el de la bicicleta :)

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    1. Jaja! Como bien dice el texto, le copiaba a mis amigos. Ese dibujo es de mi puño, pero copia de uno de un amigo del Vieytes.
      Ojo, no le quita valor, ¿no? ¿¿NO??

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  2. A mi la del grupo, el de la banda. No se, pareciera que con algo de texto saliera una viñeta de humor.

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  3. Che, ¡el segundo y el tercero están buenos!
    ¡Y te gustaba The Maxx!
    ¡Ahora, lo que quiero es leer "Mujer bonsái"! ¡¿No se conservó copia de eso?!

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    1. Sí, a The Maxx lo veía en MTV y tengo, aún hoy, un par de comics.
      Pensé que sabía donde estaba 'Mujer bonsái', fui a buscarlo, pero no, no está. Voy a buscar en otro lado. Me divierte esto.
      Gracias, che!!

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  4. Ah, y The Edge se está tocando el pene, ¿no?

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    1. Jaja! Me parece que sí. Yo lo copié de una foto.

      Pero lo bueno es que se entienda que es The Edge ¿no?
      Todo un logro. (?)

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