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27 julio 2014

A los 20 años

A los 20 años escabiaba mucho.
Salía a la noche con amigos y escabiaba. En la semana no, sólo los fines de semana. Cerveza; “Heavy metal”: vino blanco de cartón con Sprite; vino blanco de cartón con un sobrecito de jugo Tang, vino blanco de cartón, a secas.
Siempre tenía un vaso en la mano.
Una vuelta fuimos con mis amigos a una gira loca: después de un recital de la banda de uno, donde escabiamos cerveza, nos fuimos bailar Al Sótano, a las fiestas “Pop City”. Entramos un par de tetras de vino entre la ropa y las mochilas. En esa ocasión eran “Uvita Fiesta”. La impunidad era tal que pedimos vasitos de plástico en la barra, sacamos los vinos, nos servimos y lo dejamos sobre el piso, en el medio de la ronda donde estábamos parados haciendo que bailábamos.
Pero no, no bailábamos, apenas nos movíamos y escabiábamos, mirábamos a las minas y nos reíamos. La noche era nuestra. (?)
Bueno, después de hacer todo lo que “teníamos” que hacer, nos fuimos.
Serían las 5 o las 6 de la mañana. Aún de noche, era invierno.
Yo manejaba el Renault 12 de mi viejo.
En ese momento éramos 3 en el auto.
Todavía, por las calles del centro, y manejando a 30 o 35km por hora, pasaron unas minas. Nosotros sacamos la cabeza por la ventanilla para decirles algo, cualquier cosa, lo que sea. En ese momento pasó: al asomarme por la ventanilla, incliné medianamente el cuerpo apoyando el brazo izquierdo sobre la ventanilla baja y la otra mano que estaba “firme” sobre el volante, se inclinó junto con el cuerpo, moviendo —a su vez— el volante para el lado del cordón.
El auto fue solito, ni muy rápido ni tampoco muy lento, directo a un volquete.
No lo vi ni me percaté que me estaba yendo para un costado.
Me incrusté en el volquete.
Rompí toda la trompa del auto.
A un amigo se le salió volando el cigarrillo aún apagado por la ventana.
El otro se reía.
El del cigarrillo se bajó a buscarlo, era el último.
Discutimos y nos reímos, todo junto.
Yo me quería matar, nunca me había querido matar tanto. Fue la primera y única vez que choqué un auto.

Un portero que estaba baldeando la vereda, vio toda la secuencia y me dijo: “Tuvo la culpa el volquete. No lo pueden dejar tan sobre la esquina, en esta calle toda oscura. Anotate el número de ahí que está en el costado del volquete y llamá”.

Al día siguiente me levanté al mediodía, todo resacoso y lleno de culpa. Me senté en la cama y me quedé un rato así, pensando en el delirio de la noche anterior, en mi viejo, en el auto chocado y el volquete. Sin poder reaccionar prendí la radio y sonaba una canción. La escuché entera. Me quería matar. Me giraba todo y tenía algunos golpes y rayones pero que no eran del choque. Estaba hundido en la mierda. Pero por alguna razón muy rara disfruté ese momento. Ese corto momento. Lo que duró la canción.
De vuelta a la realidad, fui a contarle a mi viejo que había chocado el auto.

Sebastián Culp.

La canción que sonaba era “So Lonely” de The Police:


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