2
Todo esto
que estoy contando pasó hace bastante, más o menos en el 2004. Yo tenía 24
años, no es que sea una lumbrera de las cuentas (igual podría haber tardado una
bocha en hacer el cálculo, pero como no me están viendo en el momento que
escribo esto, quedo como un campeón) Igual es fácil, nací en el 79, en los
últimos días de noviembre. Entonces si me dicen que edad tenía en el 92,
enseguida digo, 12. Claro, va a depender a qué mes se refieren, si es a finales
de noviembre o diciembre, tendría que haber dicho 13. Pero vamos, la mayoría
del año tuve 12. Siempre el último número del año va a corresponder con el
último número de mi edad.
Hago otra
distinción a veces tengo ganas de mentir, de inventar la más remota historia,
hay otras que no. Hay otras veces que una historia, digamos real, me pesa
terriblemente en los hombros, como en el capítulo de Futurama cuando van a un
planeta con una gravedad mucho mayor a la nuestra y la campera, el pelo y hasta
los párpados pesan una barbaridad. Sumergirme en esta aventura de escribir esto
(que quién sabe a dónde me lleve) sería como querer abandonar ese planeta
desconocido. Sacarme ese peso de encima, literalmente, esa enorme carga, querer
volver al mío, a mí lugar, a donde soy yo otra vez.
Por eso
esto que cuento entra en el grupo de la segunda. Igual ojo, tomen la idea de
“real” con pinzas, no quiere decir que voy a contar una sucesión de
acontecimientos así nomás. Para nada. No es un diario intimo, ni una
autobiografía. Por Dios, no. Porque aparte no sé si todo es real real. O sea,
no sé si todo paso tal cual lo voy a contar. Es, por un lado, mi percepción,
pero es también, y sobre todo, mi sensación de la Cosa. No necesariamente algo
que me pasó, sino también algo que no me pasó. Esas cosas que quedaron truncas
o que pasaron sólo en mi cabeza. Somos tanto la experiencia vivida, como la
experiencia no vivida. Creo, yo, que en igual porcentaje.
Y del lado
más formal, cuando se escribe algo de estas características uno le intenta poner
un poco de onda, ir aggiornando la historia, o darse ciertas licencias para que
la cosa fluya, para que tenga más impacto, más fuerza.
Porque no
hay nada más aburrido y demodé que las autobiografías, nada más insoportable
que un fulano hablando de él mismo. No, trataremos que eso acá no ocurra.
No me hago el especial ni nada, sino porque me gusta ponerme
en el lugar del lector. Quiero escribir algo que la gente quiera o le interese
leer. Sino, para eso, me armo un blog con mi nombre y apellido y cuento lo que
me pasó en el día o saco un Facebook y hablo de lo que comí ayer o muestro mis
zapatillas nuevas.
Ah, otra
cosa, cuando ustedes vean que me estoy yendo por las ramas, me chiflan.
Bueno
aclarado el asunto, sigo.
Bueno con
mis 24 años venía colgado, muy colgado. ¿Colgado en qué sentido? Qué sé yo,
colgado. Ya había estudiado; fotografía, cine. Y no, no andaba con una cámara
encima todo el bendito día. No es como todos piensan que el estudiante o
fotógrafo tiene una Polaroid o una réflex atada a la mano. Al menos en mi caso.
Quizá porque estaba medio desencantado con todo lo referido a eso, qué sé yo.
Tengo una teoría: al menos la mitad de los estudiantes o aficionados a la
fotografía son fracasados en otra disciplina. O estudiaron eso porque no sabían
qué corno hacer de sus vidas. Eso lo pienso ahora, no entonces, ya que esta
teoría me toca muy de cerca, para decir verdad. Igual creo que es cierto, creo
que había estudiado eso porque no sabía qué hacer. Sé que alguno puede pensar
que mi teoría es cualquiera y quizá tengan razón, pero es lo que pienso. Con el
cine es distinto. El cine, fuera de la moda, del auge pelotudo que le toca por
estos días, tiene una verdad imposible de superar.
Pará, igual
no es que me refugie en la “opinión” como si fuera un arma noble e imbatible.
Me revienta que la gente diga: “Es lo que pienso de tal cosa... bla bla bla”.
Se escudan como si fuera una ley marcial, como si eso los amparara de por vida.
Quizá eso que pensás, flaco, es una mierda, quizá eso que tenés como tuyo es la
peor basura del mundo, quizá seas el más hijo de puta de todos.
Bueno,
sabiendo que la opinión es lo más miserable que tenemos, entonces, sigo. Sigo
dando mi “opinión de la vida”. Continúa.
¡¡¡¡AAAAGGGGHHHHHRRRRR!!!!
ResponderEliminar¿Perdón?
EliminarCasi entro a la Universidad del Cine, pero me dio fiaca. A los 22 o 23 en el ´03 o 02.
ResponderEliminarY llevo una camara de fotos para sacar paisajes. Ahora tengo que buscar la reflex, que la tenia en arreglo.
Mejor. En la universidad del cine son unos snobs. ¿Ves? así se empieza, bardeando a todos paras llamar la atención. (Post de ser famoso).
Eliminar