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18 junio 2013

El Forastero #2

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Todo esto que estoy contando pasó hace bastante, más o menos en el 2004. Yo tenía 24 años, no es que sea una lumbrera de las cuentas (igual podría haber tardado una bocha en hacer el cálculo, pero como no me están viendo en el momento que escribo esto, quedo como un campeón) Igual es fácil, nací en el 79, en los últimos días de noviembre. Entonces si me dicen que edad tenía en el 92, enseguida digo, 12. Claro, va a depender a qué mes se refieren, si es a finales de noviembre o diciembre, tendría que haber dicho 13. Pero vamos, la mayoría del año tuve 12. Siempre el último número del año va a corresponder con el último número de mi edad.
Hago otra distinción a veces tengo ganas de mentir, de inventar la más remota historia, hay otras que no. Hay otras veces que una historia, digamos real, me pesa terriblemente en los hombros, como en el capítulo de Futurama cuando van a un planeta con una gravedad mucho mayor a la nuestra y la campera, el pelo y hasta los párpados pesan una barbaridad. Sumergirme en esta aventura de escribir esto (que quién sabe a dónde me lleve) sería como querer abandonar ese planeta desconocido. Sacarme ese peso de encima, literalmente, esa enorme carga, querer volver al mío, a mí lugar, a donde soy yo otra vez.
Por eso esto que cuento entra en el grupo de la segunda. Igual ojo, tomen la idea de “real” con pinzas, no quiere decir que voy a contar una sucesión de acontecimientos así nomás. Para nada. No es un diario intimo, ni una autobiografía. Por Dios, no. Porque aparte no sé si todo es real real. O sea, no sé si todo paso tal cual lo voy a contar. Es, por un lado, mi percepción, pero es también, y sobre todo, mi sensación de la Cosa. No necesariamente algo que me pasó, sino también algo que no me pasó. Esas cosas que quedaron truncas o que pasaron sólo en mi cabeza. Somos tanto la experiencia vivida, como la experiencia no vivida. Creo, yo, que en igual porcentaje. 

Y del lado más formal, cuando se escribe algo de estas características uno le intenta poner un poco de onda, ir aggiornando la historia, o darse ciertas licencias para que la cosa fluya, para que tenga más impacto, más fuerza.
Porque no hay nada más aburrido y demodé que las autobiografías, nada más insoportable que un fulano hablando de él mismo. No, trataremos que eso acá no ocurra.

No me hago el especial ni nada, sino porque me gusta ponerme en el lugar del lector. Quiero escribir algo que la gente quiera o le interese leer. Sino, para eso, me armo un blog con mi nombre y apellido y cuento lo que me pasó en el día o saco un Facebook y hablo de lo que comí ayer o muestro mis zapatillas nuevas.
Ah, otra cosa, cuando ustedes vean que me estoy yendo por las ramas, me chiflan.
Bueno aclarado el asunto, sigo.


Bueno con mis 24 años venía colgado, muy colgado. ¿Colgado en qué sentido? Qué sé yo, colgado. Ya había estudiado; fotografía, cine. Y no, no andaba con una cámara encima todo el bendito día. No es como todos piensan que el estudiante o fotógrafo tiene una Polaroid o una réflex atada a la mano. Al menos en mi caso. Quizá porque estaba medio desencantado con todo lo referido a eso, qué sé yo. Tengo una teoría: al menos la mitad de los estudiantes o aficionados a la fotografía son fracasados en otra disciplina. O estudiaron eso porque no sabían qué corno hacer de sus vidas. Eso lo pienso ahora, no entonces, ya que esta teoría me toca muy de cerca, para decir verdad. Igual creo que es cierto, creo que había estudiado eso porque no sabía qué hacer. Sé que alguno puede pensar que mi teoría es cualquiera y quizá tengan razón, pero es lo que pienso. Con el cine es distinto. El cine, fuera de la moda, del auge pelotudo que le toca por estos días, tiene una verdad imposible de superar.
Pará, igual no es que me refugie en la “opinión” como si fuera un arma noble e imbatible. Me revienta que la gente diga: “Es lo que pienso de tal cosa... bla bla bla”. Se escudan como si fuera una ley marcial, como si eso los amparara de por vida. Quizá eso que pensás, flaco, es una mierda, quizá eso que tenés como tuyo es la peor basura del mundo, quizá seas el más hijo de puta de todos.
Bueno, sabiendo que la opinión es lo más miserable que tenemos, entonces, sigo. Sigo dando mi “opinión de la vida”. 

Continúa.

4 comentarios:

  1. Casi entro a la Universidad del Cine, pero me dio fiaca. A los 22 o 23 en el ´03 o 02.
    Y llevo una camara de fotos para sacar paisajes. Ahora tengo que buscar la reflex, que la tenia en arreglo.

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    1. Mejor. En la universidad del cine son unos snobs. ¿Ves? así se empieza, bardeando a todos paras llamar la atención. (Post de ser famoso).


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